…a fines del segundo milenio, sonaban tres palabras que permitían armar una suerte de constelación en torno de la cual se movía la vida de los argentinos:
ZAFAR TRUCHO FORRO
Trucho es lo que parece pero no es. Falso. Trucho se aplica a un auto (por su origen: robo, falsificación de documentos o por su aspecto), un objeto cualquiera y aún personas.
Forro en una primera instancia se refiere al preservativo. Pero en un sentido más amplio constituye un insulto en que las aptitudes de la persona aparecen serias, aunque risueñamente, cuestionadas. Ser forro es ser usado –y merecerlo- para el placer de otro.
Ocurre que en un país donde el objetivo es zafar, todos corremos el riesgo de ser víctimas de una truchada y convertirnos en forros. En lo comunitario flota la sensación de que muchos son usados para el disfrute de unos pocos que zafan, de que la realidad que nos pintan y las palabras que nos prometen forman parte del universo trucho de que conviene desconfiar porque, el fin y al cabo, las máscaras caen (tal vez para dejar lugar a otra máscara trucha).
En un contexto mayor, como país trucho que busca zafar de las penurias de los condenados de la tierra nos valdríamos de métodos truchos y no seríamos más que forros de los dueños del planeta”.